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Era el 17 de octubre de 1951. Se celebraba, por sexta vez, el Día de la Lealtad peronista; y el fervor de los seguidores de Juan Domingo y Eva Perón reunía a una multitud frente a Plaza de Mayo.

Mientras, un pequeño grupo de personas se apostaba en el balcón del segundo piso del Banco Nación, para realizar la primera transmisión televisiva en vivo. Con tres cámaras, el switcher y los micrófonos, Jaime Yankelevich, Enrique Susini (también promotor de la primera transmisión radial), Gerardo Noizeaux y Oscar Orzábal Quintana registraron el histórico suceso. En ese instante, comenzaba una nueva era.

El primero en aparecer fue Canal 7, que se conformó inmediatamente después. Nueve años más tarde llegaría Canal 9, conocido como Ca De Te y, a los pocos meses, surgiría el 13.

¿Qué pasaba por aquellos años en el interior del país?


"En Concordia había dos canales uruguayos que se veían bien. Sin embargo, al poco tiempo se borraron y entonces la gente se quedó sin ver televisión. Había salido el canal 13, de Santa Fe, y a la ciudad llegaba la señal del 9 y del 7, pero en muy pocas ocasiones. Comprabas un televisor, ponías la antena y te sentabas a ver lluvia, porque no había imagen", recordó Ismael Sáenz, uno de los pioneros de la televisión en la ciudad.

Fue entonces cuando un grupo de ferroviarios se reunieron y empezaron a hablar sobre la posibilidad de crear una cooperativa de televisión, de la que surgió finalmente el Canal 2, 15 años después de la primera trasmisión televisiva realizada en el país.

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Esto trajo consigo el surgimiento de una fábrica de televisores, que tenían como destino no solo a los concordienses, sino también a los vecinos de Salto. Según las memorias de Sáenz, en esa época había alrededor de 200 televisores y, con el advenimiento de esta empresa, la ciudad pasó a contar con 3200 aparatos, cuando salió el canal. "Chila" Neira, un ícono del periodismo de la época, fue una de las primeras caras que aparecieron por la pantalla local.

"El resto del país estaba más o menos como nosotros. Había creo que 6 canales en toda la Argentina: el de Villa María, en Córdoba, fue el primero; después estaban el de Río Cuarto, el de Posadas, el de La Pampa, el de Buenos Aires y no recuerdo otros", relató el hombre de Concordia.

Un logro que se convirtió en hito nacional


Ismael no sólo fue uno de los que se pusieron el canal al hombro, sino que también luchó por alcanzar victorias para los trabajadores fuera de la ciudad. Entre tantas carencias existentes en aquellos inicios, había una que particularmente les preocupaba: la falta de una obra social.

Un buen día, Sáenz aprontó una gran valija y partió rumbo a Buenos Aires. El objetivo era reunir a los empleados de la televisión que andaban desperdigados a lo largo del país, para crear una fuerza desde donde trabajar de manera conjunta. Así surgió el Sindicato Argentino de Televisión, que hace 3 años cumplió medio siglo de vida.

"A partir de ahí empezamos a discutir el Convenio Colectivo de Trabajo", que hasta el día de hoy rige en todo el territorio nacional. Finalmente, la lucha dio sus frutos y llegó la tan ansiada obra social. "Teníamos la de UATRE, de Pymes rurales. ¿Por qué?, no sé; pero era la que nos habían dado", recordó jocoso.

Todo un trabajo artesanal


"Nuestra televisión fue muy casera, de dos cámaras, de un proyector, de dos micrófonos y un pequeño estudio, donde teníamos que andar corriendo las luces porque no nos alcanzaban para iluminar todo un escenario", describió Pedro Almirón, quien se desempeñó como encargado de programación y publicidad, durante los primeros años de historia de Canal 2.

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Con coraje, iniciativa y creatividad, pero carentes de los conocimientos técnicos necesarios, comenzaron a realizar las primeras transmisiones en exteriores. Con una sola cámara, por supuesto.

Los años pasaron y empezaron a llegar a la ciudad personas capacitadas en el rubro, que habían actuado o trabajado en otros canales del país. Uno de ellos fue el director integral Hugo Di Lauro: "él nos enseñó cómo se tenían que hacer las cosas. Así empezamos a levantar el estándar del canal y aprendimos a hacer buena televisión. La gente que vino de afuera nos dio un empuje muy grande técnicamente hablando", admitieron tanto Ismael como Pedro.

Todo emprendimiento de semejante envergadura requería también de grandes sacrificios. "Pasábamos más horas en el canal que en nuestras propias casas, entre 12 y 15 horas diarias creando cosas, buscando qué era lo que podíamos hacer y de qué manera. Hacíamos de operadores, de programadores, de ordenanzas, de iluminadores, de todo; porque ahí era donde se aprendía a hacer televisión", relató orgulloso el conocedor de las cuestiones publicitarias.

A medida que avanza la historia, los recuerdos afloran de sus mentes cada vez con mayor precisión; mientras la emoción estalla con un brillo mágico que se refleja en sus miradas. Programas periodísticos que demandaban una semana entera de producción y que iban desde los más variados temas; fútbol, corsos, fiestas, eventos en el teatro Odeón, todo se grababa y se pasaba.

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La osadía que los caracterizaba los llevó a entrevistar incluso al mismísimo vicepresidente de la Nación, durante su visita a la ciudad, todo un acontecimiento para la época. "Se estaba por hacer Brazo Largo- Zárate. Pasé por un hotel y estaba Peretti ahí. Me arrimé para preguntarle si iba al canal y me dijo vengan con la cámara, pero no había cámara para ir hasta ahí", rió Sáenz al recordar ese momento. Luego, "pasé por el Café y me encontré con Bernardo Grimber. Le pregunté si se animaba a hacerle unas preguntas al vicepresidente y él accedió. Así llevamos a Peretti a Canal 2", comentó.

El relato es apenas una pequeña muestra de la gran vocación que tenían estos hombres. "Yo no tenía nada que ver con la programación, porque estaba trabajando en la línea, pero todos hacíamos ese tipo de cosas. Le poníamos el hombro, no pensábamos cuánto íbamos a cobrar, porque no se pensaba eso, se pensaba en que todo lo que hiciéramos, saliera bien", enfatizó Ismael.

En esos tiempos, todo se hacía así, por amor al arte; o mejor dicho, a la televisión. "Yo estuve 11 años nada más, pero fueron los mejores de mi vida, porque amábamos ese canal. Por ahí no había dinero y pasábamos 1 o 2 meses sin cobrar, pero nosotros seguíamos trabajando, siempre contentos y entusiasmados", expresó Almirón, con un sentimiento que brotaba desde lo más profundo de sus entrañas. Y era lógico. Se habían iniciado ahí y, para ellos, "el canal era como un hijo".

Nuevos aires


Hacia la década de los 80´ todo comenzó a cambiar. El canal fue pasando de mano en mano, apareció gente de Buenos Aires que lo compró y los pioneros comenzaron a perder terreno. La televisión por aire estaba arribando. Diez años después, se produciría una revolución y la televisión por cable comenzaría a despegar nuevamente; pero con gente totalmente nueva. De los impulsores ya nada quedaba. Algunos retirados, otros alejados de la televisión o formando parte de ella, pero en otros puntos del país.

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Hoy el cable y la tecnología digital parecen haber dejado muy atrás las primeras transmisiones en blanco y negro, pero hay quienes todavía las recuerdan, sobre todo los que estuvieron en la factoría de aquellos comienzos de la televisión.

El avance de las tecnologías tornó mucho más liviana la tarea de estos trabajadores, pero llevó al borde de la extinción a algunas prácticas que le daban vida y frescura a la televisión. La cultura envasada es moneda corriente en estos días y ha dejado varias millas atrás a la producción local que se realizaba en vivo, en otras épocas, y generaba numerosas fuentes de trabajo para los concordienses.

Si bien no se puede juzgar a la evolución, para el director integral Hugo Di Lauro lo esencial, en vistas al futuro, es motivar a la gente para que vuelva a despertar la creatividad, que inundaba la mente de aquellos pioneros de la televisión en Concordia. Hay infinidad de cosas para hacer; solo hacen falta manos que se pongan a la obra.
Fuente: El Entre Ríos

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