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Llegando al final de la gira de visitante de Estudiantes, en los que serían los últimos dos partidos del año, un pesado rumor hizo mella en los ánimos del verde. Esa cuestión no fue determinante pero sí podría ser uno de los motivos por los cuales el equipo concordiense lució perdido y falto de confianza, tanto contra Quilmes como contra Bahía. Dos defectos que pocas veces se hicieron presentes en lo que va de la temporada, aparecieron dos veces seguidas.

Es que una de las piezas fundamentales del equipo de Hernán Laginestra es el tercer extranjero: el estadounidense Ricardo Powell, de casi 33 años y llegado de Corea del Sur. El nacido en Florence supo forjar de manera casi instantánea una gran sociedad con el mejor foráneo de toda la liga y compañero de equipo, Darquavis Tucker.

Cuando uno desaparecía, el otro figuraba. Si el primer estadounidense no era el goleador le tocaba al segundo. Si uno realizaba una volcada o un triple de ensueño, el compatriota desde el banco o desde la cancha festejaba desaforadamente y levantaba al público. Juntos, sin embargo, formaban una aplanadora que levantaba hasta las nubes el nivel del resto del plantel, sobre todo de Marín, Orresta y Justiz Ferrer. Ambos son, junto a los pájaros de Olavarría y Tucumán, el empuje y la actitud de un equipo que se caracteriza por ser de los más aguerridos de la liga.

Por eso dolió tanto el rumor de su salida, más teniendo en cuenta el vínculo entre la hinchada y un cacique que cada vez que hace una conversión impactante la celebra disparando una flecha imaginaria hacia el público.

Antes del partido con Quilmes ya los medios deportivos se hacían eco de que Powell quería una renovación casi completa de su contrato, con un aumento importante y varias cláusulas que, dado el pequeño tamaño y poco dinero de un club como Estudiantes, iban a ser muy difíciles de afrontar. En porcentajes estimativos, se lanzó que el yankee tenía cerrada su salida del club en un 80%.

Se dejó el rumor como tal hasta que finalizó la gira, con una durísima y desconcertante derrota ante Quilmes (83-64) y una caída incomprensible contra Bahía (83-78) tras haber ido liderando por más de 20 puntos. Una vez que no hubo más que jugar, la cabeza de los dirigentes se centró en ver cómo intentar que se quede Powell, o al menos ver cómo reemplazarlo.

Se escuchó lo que pedía, se supo que no se podía cumplirlo. La salida de Marriaga colaboró un poco, pero no lo suficiente. Se buscó las maneras, pero no había caso. Unos días después se pensó en canjear dos jugadores por Lee Roberts, en busca de no correr riesgos con extranjeros desconocidos e ir por lo seguro, pero tampoco fue solución.

El 29 de diciembre tocó el turno de hablar con Ricardo, que ya está de vacaciones en Estados Unidos. Fue una ardua charla, con muchas idas y venidas, negociaciones y números oscilantes, hasta que finalmente y tal como lo confirmó uno de los dirigentes del club se logró que el norteamericano dé su palabra y asegure querer continuar en el plantel. Ahora falta que, al regresar del viaje, siga con la misma idea y firme el contrato. Eso sucedería a principios de enero.
Fuente: concordia.elentrerios.com

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