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Llegamos tarde. El horario de inicio estaba pactado para las 21:30, pero nosotros estábamos arribando al lugar a eso de las 22:00. Aún así, cada vez que mi mente se hacía un espacio del "estamos llegando tarde" y del "ojalá no haya empezado" pasaba a tratar la duda que siempre dan los espectáculos musicales en Concordia. No es una incertidumbre de calidad, tampoco de precios o injusticias, es una duda de aceptación.

Es que la capital del citrus es un lugar enigmático para cuanta banda quiera venir. Podés llamarte Carajo y ser una banda pionera del metal actual que, con detractores y defensores, posee una de las mejores ejecuciones musicales que el país pueda ofrecer, pero a tu show es probable que no vayan ni cien personas. Como ha pasado. Dos veces. O podés ser Almafuerte que, aún habiéndose ganado un grán número de opositores gracias a las locuras de su vocalista, llenó el patio del Libertad.

Todo show es una incertidumbre en Concordia, incluso el ya inminente "Music Land". Así que ahí estaba mi mente deseando que la presencia de un bajista tan inigualable como Francisco Fattoruso no sea ignorada y no esté el salón de Magma vacío para esa noche.

Apenas cruzamos la reja y ya tuvimos una buena señal: nos bajaron el precio de la entrada porque "no hay más sillas". La noticia se vio acompañada por una noche a temperatura espléndida y con una suave brisa de apariciones frecuentes, y mientras avanzábamos descubrimos lo ideal: el show será afuera, en el patio.

Otra positiva: pareció que Carlos Rodríguez (organizador del ciclo que nos convocaba, "Concordia Esquina Montevideo") esperó a que lleguemos para dar la charla de presentación. Fue breve: manifestó de manera clara su satisfacción por el espectáculo que se estaba por dar y le dejó el lugar al genio nacido en Las Vegas pero de sangre charrúa.

Enseguida subió Fattoruso, que tras saludar invitó a sus amigos y compañeros de "On Fire": el guitarrista Pedro Alemany, el tecladista Ignacio Labrada y el baterista Tote Fernández.

Luego de contar que era la primera vez que tocaban fuera de Uruguay, el cuarteto se lanzó a tocar su versión de "The world is a ghetto" de George Benson. Especial énfasis en "versión", porque dejaron en claro que lo único que querían de la composición del estadounidense era la base y un poco de la letra. Con espléndida ejecución transformaron un jazz de 10 minutos de duración en uno de 20 (o 25) y con solos de guitarra, teclado y batería.

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En el medio de una canción a Fattoruso se le salió la correa del bajo. Así se las ingenió para no dejar de tocar Agrandar imagen
En el medio de una canción a Fattoruso se le salió la correa del bajo. Así se las ingenió para no dejar de tocar
Lo que demoró en llegar el solo del bajista habló a las claras de la tónica que tomó la actuación de "On Fire". Fattoruso es el nombre que convoca, pero no es la estrella. Es el capitán, pero no el único. Hasta su solo, Francisco se mantuvo entre las sombras con algún que otro slapping bien ubicado y que no exageraba. Aportaba su granito de arena a un mundo de arreglos musicales inalcanzables en la provincia y en la región. Pasaron algunos minutos y ya estaba claro: estábamos frente a una ejecución de calidad mundial. Y la gente respondió a ello.

Y bueno, después llegó el solo del bajista. Qué decir, qué explicar: fue una exposición de técnicas y escalas magistral, deslizándose a veces en preferir la precisión de la construcción armónica y otras dirigiéndose a la simple y llana velocidad para luego pasar al funk y al ritmo, al modo "Red Hot Chilli Peppers", para volver a la precisión y cerrar "a todo trapo". Y no fue necesaria una púa ni una quinta cuerda, sino sólo un instrumento y un músico con un talento descomunal. Y un poco de pedales.

Luego de la improvisación subió al escenario la cantante de la banda, Camila Sapin, que se presentó cantando "Do I do" de Stevie Wonder. Otra vez, como las otras cuatro personas que estaban arriba del escenario, estuvimos frente a un talento excelso.

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Un guitarrista invitado toca y canta Agrandar imagen
Un guitarrista invitado toca y canta "This Love" junto a On Fire
Los covers y versiones se sucedían, al igual que los invitados. Ya estaba claro que no era un recital convencional ni una banda común: todos eramos testigos de una "zappeada" o un "jamming" llevado a cabo por músicos de alto calibre, que viven para y por la música. No había silencio entre tema y tema, si un miembro hablaba con el público los demás inventaban un ritmo para seguirlo. Fattoruso creaba, de la nada y porque había silencio, un riff a tempo de 6/4 y Tote, el baterista, jugaba a intentar seguirlo. Ambos se divertían mientras los otros tres los admiraban.

El quinteto no fue a tocar: fue a jugar, y se notó. Tocaban lo que querían y lo que las estrellas que se mostraban en el cielo les pedían. Así sonaron "Palco" de Gilberto Gil y "Remember the time" de Michael Jackson, y junto a espectadores que parecían escojidos al azar aparecía "Rehab" de Amy Winehouse o "This Love" de Maroon 5.

En el entretiempo se pudo escuchar como alguien le comentaba a Carlos Rodríguez "¡Che, yo conozco a alguien que toca re bien el bajo! ¿Podrá subir?". Un tema después de reanudado el show, dos hermanos subían al escenario, uno ocupando la guitarra de Alemany y el otro recibiendo el bajo de Fattoruso como si fuesen amigos de toda la vida. Y los músicos de On Fire se bajaron del escenario y apreciaron cómo los desconocidos se relajaban al ritmo de una bossa nova improvisada.

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Así fue esa reunión entre amigos. Pareció que los cinco se hablaron al grupo de WhatsApp y acordaron juntarse a tocar en el patio de Magma. Como si distintos músicos pertenecientes al ambiente se fueron enterando que el quinteto tocaba en Concordia y fue corriendo la voz, y asistieron a la zappeada y pidieron prestadas las guitarras, la batería, el micrófono.

Con los últimos acordes de "Rock with you" de Michael Jackson, la banda se bajó del escenario. Sin embargo, la gente se quedó con ganas y pidió otra canción, así que On Fire volvió y tocó una potente versión de "Ciudad de pobres corazones" de Fito Páez. Nota aparte para Camila Sapin, que en vez de pedirles a sus compañeros que suban uno o dos semitonos la canción para que se adapte a su color de voz simplemente se lanzó a cantar. En realidad no: a disfrutar.

El show terminó, la noche quedó con las estrellas ganándole el cielo a las nubes. Es duro volver a la normalidad, aunque queda el inigualable gusto de satisfacción que da el saber que se estuvo frente a un momento, a una exposición, a un show, que quedará en la historia.

Fotos cortesía de Dego Fotografía
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