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ph Antonella Ramayo
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Me hubiese reído si hace dos años me dijeran que dos bandas importantísimas en la escena del rock nacional/rioplatense llegarían como presentación de su propio cartel, sin integrar ningún festival ni celebración alentada por el estado. ¿Y en dos noches seguidas? Habría cerrado la conversación.

Pero ahí estuvieron los ocho músicos, los mismos que se escuchan lejísimo y que parecen de fantasía hasta que están frente a frente y esbozamos un "mirá, son reales, son ellos, es esa voz, es esa batería". Es que, a pesar de que son dos bandas distintas y que no tienen casi nada que ver más que los instrumentos que usan, no se puede separar la actuación del Cuarteto de Nos con la de Eruca Sativa. El tiempo, en tanto, siempre se guarda una incógnita cuando se espera por algo trascendental. Hay ansiedad, hay ganas, hay una emoción que se palpa en el aire de un Club Lennon que se notó repleto y que respondió con creces a la jugada propuesta rockera.

El jueves, la falta de banda cortinera hizo su gracia en la gente. Cada vuelta que el sonidista daba sobre el escenario era un ladrillo en la torre de "¿Cuánto falta?" que se estaba formando, sobre todo en el público que desde las 20:30 esperaba el comienzo del show, anunciado a las 22:00.

Con los minutos normales de demora, los cinco uruguayos aparecieron desde la puerta lateral, caminaron por el sendero hacia el escenario y, una vez arriba, las luces se encendieron para que luzcan sus llamativas camisas de verano. Mientras todo eso pasaba a oscuras, de fondo sonaban samples apocalípticos y voces de alarma que preveían al público.

Con "La bestia" comenzando a sonar, El Cuarteto de Nos daba inicio en Concordia a su gira "Apocalipsis Zombi". Pero no sólo eran músicos los que había arriba del escenario: más allá de las dos guitarras, el bajo y la batería había espacio para un samplista y escenógrafo. ¿Escenógrafo? Sí, porque detrás de ellos se erigía una importante pantalla LED que le daba un muy valorable aporte a lo que se interpretaba. En ella desfilaron perros y bestias durante el tema debut, para pasar a chirriantes naranjas y el logotipo de "AZ" cuando tocó el turno de la composición que le dio nombre al último disco. Así, El Cuarteto de Nos no necesitó de prodigiosos solos y virtuosos instrumentistas para generar un show que estimule los sentidos.

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Ya para el final del segundo tema Roberto Musso había dejado de lado su guitarra y se dedicó íntegramente a empuñar el micrófono, actuando de zombi y entreteniendo a los presentes que no paraban de saltar.

Con "El hijo de Hernández" y "Ya no sé qué hacer conmigo" se hizo evidente que Concordia esperó con ansias por ellos: entre el público había muchos a los que la música de los orientales les llegó en plena adolescencia, en el margen entre el 2006 y el 2012, y llevaba más de 7 años deseando este momento. Así el pogo se multiplicó, rebalsando de la felicidad de aquellos que, ya con algunas "chapas voladas" y años encima, sentían que viajaban en el tiempo.

Después de "Enamorado tuyo" y de "Lo malo de ser bueno", finalmente el Cuarteto se presentó ante el público. Con simpatía y espontaneidad declararon su alegría por dar inicio a la nueva gira, volviendo al ruedo con "Invisible" y "Mi lista negra". Tras jugar con las ideas políticas del público, retomaron con "El innombrable" y con "No llora".

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La actitud de Musso y de Santiago Tavella, que hacía de bajista y de carismático cantante según se daba la ocasión, lograron sobrepasar el enorme problema de sonido que tuvo el show. Los cinco miembros del grupo hicieron que el público no sólo le preste atención a la música (que a pesar de que la estaban tocando bien no sonaba como debería) sino que queden inmersos en un todo de actuación, de luces, de pantalla y, sobre todo, de diversión. La emoción fue tal que algunos no aguantaron el patriotismo y comenzaron a agitar con efervescencia su bandera de Uruguay.

"Esta canción la escribí para mi hija, para que entienda el esfuerzo que estaba haciendo yo como padre para darle lo mejor", relataba Tavella antes de comenzar a cantar "Pobre papá" ("Papá no quiere trabajar pero lo obligan/papito prefiere quedarse panza arriba/papito quiere una vida más relajada/papá quiere quedarse en casa y no hacer nada).

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Entre los solos psicológicos de "Topo" Antuña y los pasos sensuales de Tavella, el Cuarteto se reinventó tema tras tema, llegando incluso a realizar una batalla de rap entre el encargado de los samples y teclado Santiago Marrero y el cantante Musso en "Mírenme".

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En tanto, la bandera de la celeste se paseaba de mano en mano. Es casi seguro que no todos los que la agitaban eran uruguayos, pero qué importa: en el aire se palpaba la fraternidad que existe entre ambos países y que a veces se olvida. Misión cumplida para el Cuarteto de Nos, que siempre tiró para el lado de la colaboración cual Artigas al comandar los Pueblos Libres.

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El show incluyó todas las canciones de su último trabajo discográfico, pero las disimuló perfectamente al incluir en la lista varios de sus éxitos. Por ejemplo, antes y después del nuevo hit "Gaucho power" el público explotó con "Me amo" e "Invierno del '92".

Tras tantas canciones, los uruguayos ensayaron una abrupta despedida al finalizar "El rey y el as", juntaron todo y se fueron al camarín. Pero el público pidió fervientemente su regreso hasta que les hicieron caso. El cierre fue a pura energía: tras "Miguel gritar", todos los de la banda gastaron sus últimas gotas de sudor junto al público vibrando con "Yendo a la casa de Damián".

Media hora después, el reducto ya estaba vacío. Las caras felices del público dejaban en claro que no fue una noche más. Y es que el Cuarteto de Nos no fue a cumplir, a tocar e irse: fue a dar el puntapié de una gira que lo llevará por todo el país y sudamérica, y tamaño evento no podía ser tomado a la ligera. ¿Lo mejor de todo? Eligieron Concordia para hacerlo.

Quizás los años de espera valieron la pena. Qué privilegio.

Fotos de Antonella Ramayo
Fuente: elentrerios.com

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